sábado, 30 de noviembre de 2013

CIANUROS: ÚTILES Y PELIGROSOS

El cianuro de hidrógeno o ácido cianhídrico (H−C≡N) es un líquido incoloro que tiene un punto de ebullición tan bajo (26°C) que, a temperatura ambiente, suele encontrarse como gas. Es un ácido débil, muy soluble en agua e inflamable. En 1782 Scheele lo aisló a partir del colorante Azul de Prusia (ferrocianuro férrico) de donde deriva su nombre antiguo (ácido prúsico). Sus sales (“cianuros”) son sólidos blancos, muy solubles en agua y con muchas aplicaciones por sus características especiales. Las sales más conocidas son el cianuro de sodio y el de potasio. Cuando el grupo ciano (C≡N) se une a un resto orgánico se denominan “nitrilos”.

Tanto el cianuro de hidrógeno como los cianuros son muy tóxicos por contacto (se absorben a través de la piel), por ingestión y por inhalación. Inhiben el transporte de oxígeno en la sangre, produciendo muerte por asfixia. La sangre de las víctimas envenenadas tiene un color rojo cereza característico. Por ello, su uso industrial está muy restringido y quienes trabajan con ellos deben tener las precauciones propias para estos compuestos y portar detectores adecuados. Los síntomas del envenenamiento por cianuros son: cansancio, dolor de cabeza, adormecimiento, pulso rápido, náuseas, piel enrojecida, vómitos, respiración dificultosa, paro respiratorio, inconsciencia y muerte.



En el organismo humano se encuentra una pequeña cantidad de cianuro, por lo que su orina puede tener un promedio de 0,3 ppm (partes por millón) y, si la persona es fumadora, puede incrementarse hasta unos 0,8 ppm. En la naturaleza, existen pequeñas cantidades de cianuros producidos por diversas bacterias, insectos y hongos; se encuentran en las hojas de ciertas plantas (durazno, sauce, laurel cerezo), en la parte interna de los huesos de ciertas frutas (ciruelas, melocotones), en alimentos como almendras, castañas, nueces, yuca, paltas, lentejas, brócoli, espinaca, maíz, papas y ajos; en las semillas de manzanas, peras o uvas; en el café, cerveza y hasta en la sal de mesa. En las plantas “cianogénicas” se encuentran generalmente combinados con otros compuestos y, durante la digestión o la cocción, liberan ácido cianhídrico. Por ejemplo, la amigdalina se descompone por acción de la emulsina (una enzima beta-glucosidasa) y genera cianuro de hidrógeno.

También se encuentran cianuros en los gases de escape de los autos, en los productos de combustión de materiales sintéticos (telas y plásticos), en el humo del cigarrillo y en la sal industrial usada para derretir el hielo formado en los caminos. En la industria son más usados los cianuros (sólidos) porque pueden ser manipulados y transportados con mayor facilidad y seguridad que el cianuro de hidrógeno (gas); además, el olor de éste no es irritante y muchas personas no lo perciben, lo que lo hace más peligroso. El cianuro de hidrógeno también es un sub-producto en la manufactura de fibras sintéticas.

En la década de 1920 estos compuestos han sido utilizados para exterminar plagas de ratas e insectos y, más tarde, adquirieron siniestra fama en la Alemania nazi al utilizarlos para exterminar personas en los campos de concentración durante la II Guerra mundial y se sospecha que fue usado, junto con el Agente Naranja, en la guerra del Vietnam.
 

El cianuro se utiliza en las industrias de papel, pinturas, textiles y plásticos (nylon y acrílicos), en productos agroquímicos y farmacéuticos, en metalurgia para la “galvanoplastía” (en especial para el dorado y platinado) y limpieza de metales. Desde 1887 la minería utiliza cianuro para extraer y recuperar el oro y la plata porque con ellos forma derivados (complejos de coordinación) solubles en agua. La “cianuración” se ha convertido en la forma más segura y confiable para sustituir al antiguo método de amalgamado, que usa mercurio. Por lo general, los cianuros no son “persistentes” (en el medio ambiente son oxidados y destruidos por acción de la luz solar) no se acumulan en los organismos acuáticos y pueden ser degradados por los microorganismos. Ya se ha desarrollado una normativa adecuada para su control y manejo.

En los Estados Unidos, la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) regula los niveles permitidos de cianuro en el agua potable y el nivel máximo permitido en ésta es de 0,2 ppm. La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (EU-OSHA) ha establecido un límite para el cianuro de hidrógeno y la mayoría de cianuros de 10 ppm en el aire del trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

http://www.quimica.unam.mx/IMG/pdf/20cianuros.pdf
http://www.ymad.com.ar/wp-content/uploads/2011/10/Explicaci%C3%B3n-Completa-sobre-el-uso-del-Cianuro.pdf

Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ

viernes, 15 de noviembre de 2013

BERNARDO ALBERTO HOUSSAY

De ascendencia francesa, Bernardo Alberto Houssay nació en Buenos Aires el 10 de abril de 1887. Fue un joven prodigio: culminó sus estudios secundarios a los 13 años, ingresó a la Universidad de Buenos Aires graduándose de farmacéutico (1904), de médico (1911) y en 1913 inició su carrera docente en la misma Universidad. En 1919 fundó el Instituto de Fisiología en la Facultad de Medicina, un centro de excelencia mundial en investigación científica, en el que empezó la formación de sus discípulos que serían los primeros profesores universitarios de fisiología de su país.

En 1943 el gobierno constitucional argentino era débil e impopular. Al estallar una revolución militar se formó un nuevo Gobierno, lo que llevó al cierre de varias Facultades y a la parálisis de la enseñanza. Por haber firmado un manifiesto declarando que el país debía volver a la “normalidad constitucional y democracia efectiva”, Houssay (y otros prestigiosos profesores) fue separado de su cátedra, de la dirección del Instituto de Fisiología y de otras comisiones. Sin embargo, rechazó varios ofrecimientos laborales del exterior y resolvió, con sus colaboradores, quedarse en la Universidad para guardar el patrimonio científico y porque consideraban que la situación se revertiría pronto.

En 1944 fundó el Instituto de Biología y Medicina Experimental de Buenos Aires, donde realizó, junto con sus compañeros, más de mil trabajos en endocrinología, nutrición, farmacología y otras áreas de la fisiología. También fue Presidente de la Sociedad Argentina de Biología, de la Academia Nacional de Medicina, de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias que otorgaba becas para realizar estudios (en el país o en el extranjero) y subsidios para la ejecución de investigaciones. Aunque sus fondos nunca fueron suficientes para cumplir con la magnitud de los fines propuestos, son muchísimas las investigaciones que recibieron sus aportes. En 1945, un nuevo gobierno lo reincorporó a la docencia, pero en 1946 fue jubilado de oficio al promulgarse una nueva ley universitaria y, nuevamente, su refugio fue el Instituto de Biología y Medicina Experimental.

Dueño de una sorprendente memoria y capacidad de lectura, solía llevarse por la tarde algún libro recién recibido en el Instituto y, durante la merienda del día siguiente, recomendaba la lectura de algunos temas o párrafos del libro. Entre sus muchas publicaciones, destaca el texto “Fisiología Humana”, escrita en colaboración con otros autores, cuya primera edición fue publicada en 1945 y traducida a varios idiomas. Recibió importantes premios como el de la Universidad de Toronto (Canadá), del Royal College of Physicians (Inglaterra), de la Royal Society of New South Wales (Australia), el Doctorado Honoris causa de la Universidad de Oxford, etc.


Observó que sus pacientes diabéticos (que no producen insulina) tenían una hipófisis (o glándula pituitaria) hiperactiva y dedujo que ésta interviene en regular los niveles de azúcar en la sangre. Experimentando con perros, observó que al extraerles parte de la hipófisis aumentaba la producción de insulina y cuando les inyectaba esta hormona, su producción disminuía.

En 1947 fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina (compartido con los esposos Carl Ferdinand Cori y Gerty Theresa Radnitz) por el descubrimiento que el lóbulo anterior de la hipófisis, además de regular el crecimiento, tiene influencia en el metabolismo de los hidratos de carbono. Fue el primer hispanoamericano que ganó un Premio Nobel en ciencias.

En 1955 Houssay y colaboradores volvieron al Instituto de Fisiología porque las nuevas autoridades universitarias restituyeron al personal separado de las cátedras. En 1958 fue designado presidente del nuevo Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) lo que le permitió extender a nivel nacional sus ideas para el adelanto de la Ciencia y la Técnica. Murió en Buenos Aires el 21 de setiembre de 1971 dejando muchísimos discípulos, entre los cuales destaca Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química 1970.

BIBLIOGRAFÍA

Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ.