El ozono (del griego ozein = oler) es un gas de color azul, descubierto en 1840 por Christian Schömbein, quien lo llamó así por su olor metálico y picante, que se puede detectar durante las tormentas y cerca de equipos eléctricos. En 1863 J. L. Soret demostró que es una forma alotrópica del oxígeno: su molécula está formada por 3 átomos (O3), mientras que la del oxígeno sólo por 2 (O2). Por su gran efecto oxidante y su acción bactericida y virulicida (mata bacterias y virus) el ozono se usa para tratar aguas negras, como desinfectante, blanqueador y para esterilizar el aire (para asmáticos). Es mucho más eficaz que el cloro en la desinfección de agua: más rápido, extermina sólo bacterias y virus y no deja residuos nocivos ni sabor u olor.
En la atmósfera terrestre, el ozono puede ser “bueno” o “malo” dependiendo de dónde se encuentre. El ozono “bueno” está en la estratósfera (capa entre los 17 y 48 km de altura) y actúa como un filtro que detiene la parte más perjudicial de la radiación ultravioleta proveniente del sol. El “malo” está en la tropósfera (la región más próxima a la superficie terrestre, hasta unos 17 km de altura). Es perjudicial para la salud de animales y plantas.
El ozono “bueno” se forma a partir del oxígeno (O2) del aire, por acción de la luz UV (ultravioleta). El proceso es reversible (el O3 se descompone lentamente a O2) y ocurre principalmente en la parte superior de la estratósfera (30-45 km de altura) originando una capa (“capa de ozono”) renovable y de una concentración que no varía porque la velocidad de formación es igual a la de descomposición. La concentración de ozono varía con el lugar y la época del año. Su concentración no es muy alta pero es vital para la vida porque absorbe casi el 99% de la radiación UV tipo B (de 280-320 nm) que es la responsable de mutaciones genéticas (cáncer de piel) y cataratas. Además, debilita el sistema inmunológico y disminuye la fotosíntesis de las plantas.
En 1930 se prepararon los cloro-flúor-carbonos (CFC), compuestos fáciles de sintetizar, de bajo peso molecular y considerados inofensivos por no ser tóxicos, ni corrosivos, ni inflamables y de muy baja reactividad. Rápidamente se usaron en equipos de refrigeración y aire acondicionado, en la fabricación de espumas sintéticas y como propelentes para aerosoles.
En 1974 los químicos Sherwood Rowland y Mario Molina (ganaron el Premio Nobel de Química, 1995 junto con Paul Crutzen) indicaron que los CFC estaban produciendo una disminución en la concentración de ozono en la estratósfera. En 1984 científicos británicos detectaron una reducción de un 40% de este ozono. El “agujero” descubierto era del tamaño del continente europeo y crecía regularmente. Por muchos años se consideró que la disminución era estacional y que se situaba cerca de la Antártida , pero se ha comprobado que la disminución se produce en todas las épocas del año (aunque con distinta intensidad) y que ocurre a nivel global.
La causa principal de esta disminución son las actividades humanas (antropogénicas) que liberan átomos de cloro o bromo. Los CFC al ser liberados en la atmósfera, viajan lentamente hacia la estratósfera (
La acción perjudicial del ozono “malo” fue descubierta en 1940 al hallarlo responsable del deterioro de neumáticos y artículos de goma almacenados por mucho tiempo y, además, afectaba la vegetación. Los primeros en percibir su efecto fueron los asmáticos que, hasta entonces, utilizaban aire purificado con ozono. Son varias las fuentes que lo originan: una parte viene de la estratósfera, al ser arrastrado por los vientos hacia la tropósfera. Otra parte se origina por un complicado proceso químico en el que participan la luz solar, el óxido de nitrógeno y una serie de compuestos orgánicos volátiles (COV). Éstos provienen de procesos biológicos (de la vegetación, fermentación), de los gases volcánicos y de emisiones de motores de vehículos e industrias.
El ozono es el componente principal del “smog”. Su inhalación causa irritación de las mucosas, tejidos pulmonares y ojos, tos, dolores de cabeza, etc. Si la concentración es muy alta, puede provocar inflamaciones pulmonares y afectar gravemente la función respiratoria. Como las reacciones que originan el ozono se activan por la luz solar, la mayor concentración de éste ocurre en las horas del día. Es también altamente tóxico para las plantas: afecta las paredes celulares, disminuye la fotosíntesis y perjudica su crecimiento, provocando la disminución de la vegetación y la producción.
BIBLIOGRAFÍA
1. “Ciencia Ambiental”.- Miller G. Tyler.- Thomson.- México 2003.
Q. F. Juan José León Cam <jjleon @ lamolina.edu.pe>
Departamemto de Química. U. Nacional Agraria La Molina