Los efectos dañinos de la luz
solar se deben a su contenido de radiación ultravioleta (UV), la que se ha
dividido en 3 zonas (A, B y C) según su longitud de onda y contenido de energía.
El 5% de la radiación UV sobre la superficie terrestre corresponde a la UVB (280-320 nm) y el 95% a la UVA (320-400 nm). La UVC (<280 nm) es una
radiación portadora de elevada energía, característica que la torna
extremadamente dañina a los seres vivos. Felizmente, nada de radiación UVC y
sólo una pequeña fracción de UVB llegan a la superficie terrestre, pues ambas
son absorbidas por la capa de ozono.
La radiación UVA penetra más
profundamente en la dermis de la piel induciendo la pigmentación y promoviendo
el bronceado. También causa daños al sistema vascular periférico e induce
cáncer a la piel, dependiendo del tipo de piel y del tiempo, frecuencia e intensidad
de exposición, además puede contribuir de manera indirecta a la formación de
radicales libres.
La alta energía que posee la
radiación UVB, con gran frecuencia ocasiona quemaduras, induce al bronceado, es
responsable de la transformación del ergosterol epidérmico en vitamina D y
causa envejecimiento precoz en las células. Una exposición frecuente e intensa
a esta radiación puede lesionar el ADN y suprimir la respuesta inmunológica de
la piel, aumenta el riesgo de mutaciones que se manifiestan como cáncer a la
piel y reduce la posibilidad de que una célula maligna sea reconocida y
destruida por el organismo.
Los peligros de la radiación UV
pueden ser minimizados por el empleo de protectores solares, los que
inicialmente se desarrollaron para proteger la piel contra las quemaduras de
sol (o sea contra la radiación UVB), permitiendo el bronceado por la
UVA. En los últimos años, por la disminución
de la capa de ozono se han incrementado los niveles de la radiación UVB, por lo
que se ha creado un nuevo concepto: un protector solar eficiente, es decir que
sea capaz de prevenir no sólo una quemadura, sino también reducir todas las
lesiones inducidas por la radiación UV. El factor
de protección solar (FPS) mide la efectividad del producto para prevenir
las quemaduras solares. Indica cuánto tiempo puede prolongar el protector el
enrojecimiento de la piel. Supongamos que su piel, sin usar protector, se
enrojece luego de 10 minutos al sol. Al aplicarle, por ejemplo, un protector
solar con FPS 20, demorará en enrojecerse 20 veces más, es decir, 200 minutos.
Proteger la piel frente a la
radiación UV significa convertir la energía de ésta en otra forma de energía y
tener garantía de que esta nueva forma no sea perjudicial a la piel, por lo que
los filtros UV contenidos en las formulaciones de los protectores solares
necesitan ser química y fotoquímicamente inertes. Existen 2 tipos de filtros
solares: los orgánicos (benzofenona, ácido p-amino-benzoico, etc.) y los
inorgánicos (óxido de titanio, óxido de zinc, etc.). Los orgánicos generalmente
son compuestos que protegen la piel absorbiendo la radiación UV y
transformándola en radiaciones con menor energía, inofensivas para el ser
humano, mientras que los filtros inorgánicos lo hacen mediante la reflexión de
la radiación. No obstante, hay compuestos orgánicos que además de absorber
reflejan la radiación UV.
La química
tiene un papel fundamental en la formulación de protectores solares. El grado
de protección alcanzado por los protectores solares está asociado a un mejor
conocimiento de las estructuras (los filtros) con capacidad de absorber y/o
dispersar la radiación solar y sus interacciones con los otros componentes. Con
una misma concentración de filtro solar pueden obtenerse diferentes factores de
protección solar (FPS) variando la formulación.
BIBLIOGRAFIA
· Quimica Nova Vol. 30, N° 1, 153-158,
(2007).
Mg. Sc. CARMEN RODRÍGUEZ BEST <carb@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina