lunes, 14 de febrero de 2011

LA PERUANÍSIMA QUININA

Alrededor de 1638 la Condesa de Chinchón, esposa de Gerónimo Fernández de Cabrera, Bobadilla y Mendoza, Virrey del Perú (1629 a 1639) padecía de persistentes fiebres por la malaria que nadie había podido curar. La fiebre empezó a ceder al tomar una poción de los indios llamada “quina-quina” (preparada con la corteza de un árbol) y con este tratamiento fue curada.
La malaria, enfermedad caracterizada por fiebres intermitentes, dolores de cabeza, anemia, ictericia e hinchazón del hígado y bazo, es causada por protozoarios del género Plasmodium y es transmitida al hombre por la picadura de mosquitos hembra del género Anopheles infectados. Su nombre deriva de una expresión italiana “mala aria” pues se creía que se transmitía por el aire contaminado de los pantanos y desagües. No existía en el Perú, fue importada de España o del África y su tratamiento con quina-quina fue descubierto en el siglo XVI por indígenas peruanos. Los jesuitas llevaron el remedio a Europa alrededor de 1639 y era conocida como “polvo de los jesuitas”, “corteza peruana” “polvos de la condesa” y “corteza de cinchona”.
A fines del siglo XVI hubo una gran epidemia de malaria en Europa pero la corteza peruana, a pesar de ser el único remedio específico contra ella, no se usaba oficialmente por los prejuicios médicos de entonces. En 1679 el Rey Carlos II de Inglaterra fue víctima de fuertes fiebres. Siendo protestante, prefería morir antes que tomar un remedio católico. Fue curado con un remedio “protestante” suministrado por un curandero llamado Robert Talbor. En agradecimiento, éste fue nombrado “Caballero” y “Médico Real” pero mantuvo en secreto su milagrosa cura.
Su éxito continuó en Francia, donde lo hicieron Chevalier, en España curó a la Reina y amasó más fama y fortuna. De regreso a París, Luis XIV lo convenció de que entregara su secreto a cambio de una gruesa suma de dinero y una jugosa pensión vitalicia. Según los términos de su contrato con Luis XIV, recién a su muerte (en 1684) el mundo conoció que el “maravilloso secreto de Talbor” no era otra cosa que los aborrecidos “polvos de los jesuitas”.
El árbol de la Cinchona (familia Rubiaceae), es originario del Perú y crece sólo en regiones tropicales. Su principio activo existe en decenas de plantas diferentes. La calidad del producto era muy variable porque los recolectores mezclaban cortezas con distinta concentración del principio activo. Además, había otras enfermedades que producían fiebre pero no cedían ante ella. Los fracasos que ello producía, en ocasiones muy sonados, llegaron casi a destruir la confianza que la quina había ganado entre los médicos europeos. En 1737 Linneo, el genial botánico sueco, al hacer su clasificación botánica, llamó “Cinchona” al todo el género, en homenaje a la Condesa de Chinchón.
A fines del siglo XVIII, la Corona Española organizó varias expediciones científicas a América dirigidas a la búsqueda de plantas medicinales, pero prefirieron cultivarla en sus colonias tropicales por su desconfianza en la calidad de la corteza peruana, la corrupción de su comercio, la posible extinción de la especie y para romper el monopolio de Sudamérica.
En 1820, los franceses Pedro J. Pelletier, de 29 años, profesor de Farmacia y su discípulo José B. Caventou, de 24 años, realizaron el primer estudio químico de la corteza. Aislaron un compuesto puro que llamaron “Quinina”, cuya actividad fue verificada por los médicos más famosos. En 1854, Strecker determinó que su fórmula molecular es C20H24O2N2. Luego se desarrollaron varios métodos para extraer el alcaloide y venderlo como medicamento. Su exportación a Europa era tan lucrativa que el gobierno peruano prohibió la exportación de las semillas para mantener su control.
Los ingleses y alemanes consiguieron semillas de contrabando y lograron plantaciones en Java, Indonesia, India y Ceylán (Sri Lanka), pero estas ilegales semillas no eran de las especies con mayor contenido de alcaloide, por lo que continuó la extracción de árboles sudamericanos. Los alemanes compraron semillas de Cinchona ledgeriana, que posee el mayor contenido de alcaloide y pronto dominaron el mercado mundial de quinina hasta 1861 en que los holandeses consiguieron en Bolivia semillas del más alto contenido de quinina. Al término de la I Guerra Mundial (1918), Alemania perdió sus fuentes africanas de quinina y el monopolio de los holandeses fue casi total.
En 1900 el alemán Rabe propuso una estructura satisfactoria, que explica cómo están unidos los 48 átomos en la molécula de quinina. En la II Guerra Mundial, los nazis capturaron Amsterdam, donde estaba la industria mundial de quinina y cuando los japoneses ocuparon Indonesia y Filipinas, los aliados perdieron toda posibilidad de adquirir quinina para tratar a sus tropas, lo que estimuló su síntesis. En 1944 los químicos norteamericanos Woodward y Doering anunciaron la síntesis de la quinina, lo que constituyó la primera síntesis de una molécula compleja.
La malaria está presente, aún en la actualidad, en las regiones tropicales y sub-tropicales del mundo y causa más de 2 millones de muertes al año. Hasta mediados del siglo pasado, la quinina era el principal medicamento. Su uso se redujo por su alta toxicidad pero ha vuelto a incrementarse por el surgimiento de resistencia a los antimaláricos sintéticos. Los árboles de Cinchona han dado al mundo quinina, quinidina, cinchonina y varios otros alcaloides. Los 2 primeros han sido incorporados como remedios en la farmacopea moderna. La quinina ha acompañado al hombre en su conquista de las selvas tropicales: desde la construcción del Canal de Panamá hasta las sangrientas aventuras del Pacífico Sur y la penetración en la Amazonía.

BIBLIOGRAFÍA
1.     “Quinina: 470 años de historia, controvesias y desarrollo”.- Quimica nova: Vol 32, # 7, pág. 1971-1974 (2009).
2.     “EL ROMANCE DE LA QUININA”.- Revista de la Academia Peruana de Farmacia: Vol. XIX, pág. 07-32 (2004).

Q.F. Juan J. León Cam <jjleon @ lamolina.edu.pe>
Dpto. de Química. Univ. Nacional Agraria La Molina

No hay comentarios:

Publicar un comentario