Se conocen como “esteroides” a
todos los compuestos que tienen el “núcleo esteroidal” que consta de cuatro
anillos (A, B y C de seis carbonos y D de cinco carbonos). En este grupo se
encuentran importantes compuestos como el colesterol, hormonas sexuales, ácidos
biliares, etc. Los esteroides son clasificados como lípidos o grasas porque no
se disuelven en agua y solo lo hacen en solventes orgánicos (acetona,
cloroformo, etc.).
El colesterol fue aislado en 1775 por Conradi
de cálculos biliares, se le llamó “colesterina” (del griego chole = bilis y stereos = sólido) y se observó que no se descompone al calentarla
con hidróxidos (no se saponifica), como las otras grasas animales. En 1859 Berthelot demostró que es un alcohol y se empezó a llamarlo “colesterol”. En
1928 dos Premios Nobel en Química propusieron su estructura: Adolf Windaus (1928)
y Heinrich Wieland (1927).
El colesterol es un lípido esencial para los
animales por ser un componente importante de las membranas celulares y ser la
materia prima para la síntesis de hormonas sexuales, vitamina D3,
ácidos biliares y hormonas de la corteza suprarrenal. Se halla en todos los
tejidos de los animales superiores (principalmente en el cerebro, hígado y
glándulas suprarrenales) y en las lipoproteínas del plasma sanguíneo.
El colesterol del organismo tiene dos orígenes:
uno externo o exógeno (los alimentos) y uno interno o endógeno (lo produce el
propio organismo). Los alimentos de origen animal (huevos, lácteos y carnes)
son ricos en colesterol y el organismo capta casi la mitad de éste. Los
alimentos de origen vegetal contienen sustancias similares (“fitoesteroles”)
que son poco absorbidos. Unas dos terceras partes del colesterol del organismo
es endógeno, es producido en el hígado, intestino, corteza suprarrenal,
testículos y ovarios; por eso, es un nutrimento dispensable en nuestra dieta
(no es necesario que esté en ella). Si la cantidad de colesterol de la dieta es
elevada, las células del hígado tienden a disminuir e incluso eliminar su
propia fabricación de colesterol. Las personas que tienen niveles altos de
colesterol aunque su dieta carezca de éste, se debe a algún desorden
genético-metabólico.
En 1964 el Premio Nobel de Medicina o
Fisiología fue otorgado a Konrad Bloch y Fedor Nynen, químicos alemanes que, trabajando
en forma independiente y usando moléculas “marcadas” (tienen un átomo
radiactivo), hallaron que el acetato (compuesto de solo dos carbonos) es el
comienzo de una larga cadena de reacciones (36 en total) cuyo producto final es
el colesterol.
El colesterol circula permanentemente entre el
hígado (donde se secreta y se almacena) y los demás tejidos. Para que pueda ser
transportado en la sangre, a pesar de su escasa solubilidad en agua, el
colesterol se une a otras grasas y proteínas, formando “lipoproteínas”. Según
su densidad las lipoproteínas se clasifican en: “lipoproteína de muy baja
densidad” o VLDL (very low density
lipoprotein), “lipoproteína de baja densidad” o LDL (low density lipoprotein), y “lipoproteína de alta densidad” o HDL (high density lipoprotein).
Las células del hígado producen y secretan las
VLDL que son transportadas hacia los tejidos muscular y adiposo, donde
descargan parte de sus grasas y proteínas. A medida que realizan esta descarga,
su densidad va aumentando y se van transformando sucesivamente en LDL y HDL. Se
ha demostrado que altos niveles de VLDL y LDL en la sangre incrementan el
riesgo de infarto de miocardio, por eso se las conoce como “colesterol malo”.
Las lipoproteínas del tipo HDL (de alta densidad) se encargan de transportar el
colesterol excedente desde los tejidos periféricos hacia el hígado para su
excreción (principalmente como ácidos biliares). Se sabe que niveles altos de
HDL en la sangre disminuyen la incidencia de infarto cardiaco, por lo que son un
factor protector contra la ateroesclerosis y se las conoce como “colesterol
bueno”.
El principal trastorno que produce el exceso
de colesterol en el organismo es la aterosclerosis, enfermedad que se
manifiesta por abultamientos (ateromas) en la pared interna de las arterias,
los que se deben a la anormal acumulación de glóbulos blancos, células
musculares, calcio, plaquetas y abundante colesterol. Al disminuir la luz de la
arteria, el tejido irrigado por ella recibe menos sangre (y menos oxígeno). Si
son las arterias coronarias (irrigan el músculo cardiaco), el déficit de
oxígeno se traduce en un dolor típico (angina de pecho) y, si la obstrucción es
total, el tejido cardiaco muere al no recibir oxígeno y nutrientes, lo que se
conoce como “infarto de miocardio”. La ateroesclerosis es la causa principal de
enfermedades cardiovasculares y otros accidentes circulatorios.
Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ.
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