Los síntomas del botulismo se
manifiestan 18 a
36 horas después de ingerir el alimento contaminado. Los principales signos
son: visión doble o borrosa, debilidad general, falta de reflejos, dificultades
para tragar, respirar o hablar, vértigos, parálisis flácida y, muchas veces, la
muerte por insuficiencia respiratoria y obstrucción de la tráquea. La toxina
botulínica es de naturaleza proteica y se destruye al ser calentada a 80ºC por 10 minutos. Es uno de
los más potentes venenos naturales y se conocen 7 tipos designados con las
letras A hasta la G ;
pero sólo los tipos A, B, E y F causan botulismo en humanos.
La bacteria forma esporas resistentes
al calor (termo-resistentes) que pueden sobrevivir en estado latente durante
largos periodos, que pueden ser llevadas por el viento y llegar a los alimentos.
Una vez ingerido éste, las esporas germinan en el colon y desarrollan la
bacteria.
La enfermedad no tiene una
incidencia muy grande, pero es de gran impacto por su alta tasa de mortalidad: de
no ser tratada adecuadamente y a tiempo, un 5 a 10% de las personas con botulismo fallecen.
En la mayoría de casos, la intoxicación se produce por consumir alimentos
procesados inadecuadamente o enlatados en forma casera (salchichas, carnes,
vegetales y productos marinos). El microorganismo y sus esporas están
ampliamente distribuidos en la tierra de cultivo, en sedimentos de ríos y
lagos, en el tracto intestinal de peces y mamíferos, en las branquias y
vísceras de crustáceos y mariscos.
Las investigaciones sobre
botulismo se iniciaron en Alemania (1820) por los numerosos fallecimientos producidos
por la intoxicación con salsas de carne (de butulus
= salsa). En 1895, después de una ceremonia fúnebre, Emile van Ermengem logró
aislar la bacteria y sus esporas de los restos de la comida (un típico plato de
jamón salado) con la que se intoxicaron los miembros de la orquesta y que dejó
un saldo de 3 fallecidos.
El interés por la toxina
recrudeció por sus posibles usos terapéuticos y como arma biológica. Durante la
II Guerra Mundial (1943), los británicos
informaron que los alemanes pensaban bombardear Gran Bretaña con estas toxinas.
En 1944 Edward Schantz cultivó la bacteria y separó la toxina. El bombardeo de
Londres nunca se realizó y la toxina encontró más bien una aplicación pacífica:
en los años 50 fue usada por varios políticos por razones médico-estéticas y,
aparentemente, Ronald Reagan Presidente de los Estados Unidos, fue uno de los
primeros en ser tratado.
En 1980, Allan Scott (Universidad
de Wisconsin), con permiso de la
FDA , inoculó toxina botulínica a voluntarios que sufrían de
estrabismo (sus ojos miran en direcciones diferentes), previamente había
ensayado en monos. Luego ha sido utilizada para tratar ciertas formas de
tortícolis y otros desórdenes musculares, para suavizar las líneas del rostro, para
disminuir o desaparecer temporalmente las arrugas, para tratar dolores faciales
severos, para bloquear la excesiva transpiración de las axilas, entre otras.
Los músculos funcionan cuando
reciben las señales del cerebro, las que son transmitidas a través de “acetil-colina” un mensajero químico. Una excesiva producción de acetilcolina provoca que los
músculos estén siempre contraídos. Cuando se inyecta la toxina, se paralizan
los músculos de la zona y se bloquea la liberación de acetilcolina,
reduciéndose o deteniéndose los movimientos involuntarios de esa área y también
produce una parálisis flácida, es decir, los músculos se mantienen relajados,
eliminando así las arrugas de la piel.
La toxina ha recibido varias
autorizaciones de la FDA
para tratar afecciones como estrabismo (1989), blesfarospasmo (parpadeo
involuntario incontrolable) y espasmos hemi-faciales (2000), distonía cervical
(movimiento muscular incontrolable en el cuello y áreas cercanas), eliminación
de las líneas del ceño (2002), transpiración axilar (2004). El uso de la toxina
no se recomienda en personas con enfermedades nerviosas, mujeres embarazadas o
en lactancia y pacientes cardiacos. Gracias a la toxina botulínica, artistas
que sufrían distonías musculares han vuelto a tocar el piano y el violín. De
esta manera, el Clostridium botulinum
que diezmó una banda musical en 1895, ha pagado su deuda con el arte después de
casi un siglo.
BIBLIOGRAFÍA
· Rev
Chil Infect Edición aniversario 2003; 39-41
· http://www.wellnesskliniek.com/es/tratamientos-antiarrugas
Q.F. JUAN J. LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria la Molina.
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