El término “Química Orgánica” fue introducido
en 1807 por Jöns Jacob Berzelius para estudiar los compuestos derivados de
recursos naturales. Se creía que los compuestos relacionados con la vida
poseían una “fuerza vital” que les hacía distintos a los compuestos
inorgánicos.
Los compuestos “sintéticos” son aquellos que
han sido transformados por la mano del hombre, haciéndolos distintos a los
originales. Se consideraba imposible la preparación en el laboratorio o
síntesis de un compuesto orgánico, lo cual se había logrado con compuestos
inorgánicos. Sin embargo, en 1828 Friedrich Wöhler realizó la primera síntesis
de un compuesto orgánico (urea) a partir de uno inorgánico (cianato de amonio).
La síntesis de nuevas moléculas y la invención de nuevas reacciones han sido el
principal motor de la química orgánica. Mediante la síntesis se han podido
obtener compuestos nuevos, distintos a los naturales o que están en cantidades
muy pequeñas en sus fuentes naturales o cuya obtención es muy difícil (medicamentos,
plásticos, insecticidas, colorantes, etc.).
La química orgánica ha sido protagonista del
impresionante desarrollo de la industria farmacéutica y, desde la introducción
de la aspirina a finales del siglo XIX, ha contribuido como ninguna a convertir
enfermedades comunes en raras y a controlar la mayor parte de las infecciones
con decenas de antibióticos cada vez más potentes y selectivos. En 1956 William
Henry Perkin, en su intento por sintetizar la quinina (un medicamento para el
tratamiento de la malaria), descubre el colorante malva. Por un lado fue un
fracaso, pero dio origen a la poderosa industria de los colorantes. F. August
Kekulé y Archibal S. Couper pudieron preparar moléculas mucho más complejas que
la modesta urea; así sintetizaron alcaloides (como estricnina), antibióticos
(como cefalosporina), hasta moléculas muy complejas como la vitamina B12
o la brevetoxina (potente toxina de origen marino).
En los últimos años, la nanotecnología
molecular y supramolecular, punto de encuentro de químicos y físicos, permite
abordar problemas químicos desde nuevas y hasta curiosas e interesantes perspectivas.
El término “nanoputiense” probablemente fue acuñado por James M. Tour y
Stephanie H. Chanteau, en su artículo “Synthesis of Anthropomorphic Molecules:
the nanoPutians” (J. Org. Chem. 68(23), 2003), para referirse a moléculas que
tienen forma humana e inspirados en el gentilicio de los habitantes de Liliput,
el fantástico país de seres diminutos al que llegó Gulliver.
En dicho artículo, los autores explican cómo
sintetizaron su “nanoniño” (o “nanoniña”) que es una molécula que efectivamente
se parece a un ser humano y que, con diferentes reacciones químicas, lograron
cambiar el aspecto de la cabeza del muñeco otorgándole diferentes fisonomías y
personalidades como las del atleta, la escolar, la cocinera, el príncipe y
otras.
El nombre sistemático del angelito es: 2-(4-{2-[3,5-bis(pent-1-in-1-il)fenil]etinil}-2,5-bis(3,3-dimetilbut-1-in-1-il)fenil)-1,3-dioxolano. Su longitud es de unos 2 nanómetros y sus sintetizadores lo llamaron simplemente “nanokid”. Las representaciones más artísticas de los nanoprofesionales son:
Como observamos, la grandeza de la síntesis
química es que se pueden conseguir las moléculas que se desean, utilizando los
conocimientos acumulados, durante casi dos siglos, por los químicos orgánicos
de todo el mundo, los que permiten predecir cómo reaccionarán las moléculas,
cómo se condensan unas con otras, qué posiciones son más reactivas, etc.
BIBLIOGRAFÍA
1.
Revista
de la Fundación de las ciencias de la Salud. N° 35-2011. Disponible en: http://www.revistaeidon.es/archivo/el-ano-de-la-quimica/plataforma-de-debate/117851-reflexiones-sobre-la-quimica-organica-
2.
http://triplenlace.com/2013/06/23/el-sorprendente-mundo-de-los-nanoputienses-o-el-poder-de-la-sintesis-quimica-organica/
Mg.Q.F. LUIS MIGUEL FÉLIX VELIZ <lumifeve@gmail.com>
Facultad de Farmacia y Bioquímica.- Universidad N. Mayor de San Marcos. PERÚ.
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