El glutamato monosódico (GMS) o
glutamato de sodio, es la sal sódica del ácido L-glutámico (C5H9NO4,
abreviado Glu o E), uno de los 20 aminoácidos que forman parte de nuestras
proteínas y uno de los más abundantes de la naturaleza. Se encuentra en casi
todos nuestros alimentos, especialmente en aquellos ricos en proteínas. Es un
importante neurotransmisor y desempeña funciones fundamentales en el
metabolismo, entre ellas la de regular las sensaciones de apetito y saciedad.
Sin embargo, es considerado “no esencial” porque su presencia en la dieta
humana no es indispensable, ya que el hombre puede sintetizarlo a partir de
otros compuestos.
El GMS,
en su forma libre, produce un sabor específico y peculiar conocido como “umami”
o “el quinto sabor”, porque no es ninguno de los cuatro sabores
tradicionales (salado, dulce, ácido y amargo). La leche materna y algunos alimentos muy
aromatizantes (como champiñones y tomates) tienen altos niveles de glutamato
natural. Se libera al descomponerse la proteína de los alimentos, por
ejemplo, durante la digestión, la cocción de la carne, la fermentación de la
salsa de soja o soya, la maduración del tomate o al envejecer el queso
parmesano. Al principio, el GMS se extraía de alimentos ricos en
proteínas, actualmente se obtiene por un proceso de fermentación bacteriana
similar a la producción de vino, vinagre, yogurt, etc. Se utilizan bacterias
seleccionadas que se alimentan de almidones o melaza y liberan ácido glutámico
al medio de cultivo, de donde es aislado.
El GMS un aditivo muy utilizado en
muchos alimentos y golosinas, en la cocina asiática y en casi todos
restaurantes de comida rápida, como potenciador de sabor: amplifica los otros
sabores. Como sucede con otros sabores básicos -excepto la sacarosa- el umami
es agradable sólo dentro de un margen de concentración. En promedio, una
persona ingiere diariamente unos 10
a 20
gramos de glutamato en las proteínas de sus alimentos y
un gramo de glutamato libre. Además, su organismo sintetiza unos 50 gramos de glutamato.
A fines del siglo XIX Auguste
Escoffier, conocido chef francés al que llamaban el “rey de los cocineros y
cocinero de reyes”, descubrió la existencia de este nuevo sabor cuando
desarrolló su famoso caldo de huesos de ternera. Sabía que había encontrado
algo muy importante pero no lo podía precisar. En 1908 el químico Kikunae
Ikeda, profesor de la Universidad Imperial
de Tokio, mientras saboreaba un caldo del alga kombu (Luminaria japonica), acuñó el término “umami” (“delicioso” en
japonés) para describir un sabor profundo y sabroso, distinto a los sabores
conocidos. En su laboratorio logró extraer y cristalizar el glutamato de sodio.
Escribió un artículo en la Revista de la Sociedad Química
de Tokio y, al igual que con Escoffier, los científicos rechazaron la idea de
un nuevo sabor. En 1909 los hermanos Suzuki iniciaron su comercialización con
la marca AJI-NO-MOTO® que, en japonés, significa “la esencia del sabor”. Aunque
el término “umami” era nuevo, el concepto es muy antiguo: apareció en los primeros
alimentos fermentados como el garum (condimento de los romanos) y en las salsas
fermentadas de los asiáticos como la salsa de soja que se cree apareció hace
más de 2800 años.
En 1968 se informó por primera vez del “Síndrome del restaurante chino”, que consiste en una serie de síntomas (náuseas, sensación de quemazón en la nuca, opresión en el pecho y sudoración) que tienen algunas personas después de ingerir comida china. Se creyó que era causado por el GMS pero ello no se confirmó con numerosas pruebas y se lo atribuye a reacciones alérgicas causadas por otras sustancias (maní, gambas, etc.) o a la existencia de un grupo de personas (menos del 1% de la población) sensibles al GMS.
En 1968 se informó por primera vez del “Síndrome del restaurante chino”, que consiste en una serie de síntomas (náuseas, sensación de quemazón en la nuca, opresión en el pecho y sudoración) que tienen algunas personas después de ingerir comida china. Se creyó que era causado por el GMS pero ello no se confirmó con numerosas pruebas y se lo atribuye a reacciones alérgicas causadas por otras sustancias (maní, gambas, etc.) o a la existencia de un grupo de personas (menos del 1% de la población) sensibles al GMS.
En muchos países se usa GMS como un condimento
de mesa, en la Unión Europea su uso está normado y es clasificado como el
aditivo alimentario E-621. Organismos internacionales como la Organización Mundial
de la Salud
(OMS), la Organización
para la Alimentación
y la Agricultura
(FAO), la Food
and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos o la Agencia Europea del
Medicamento, han declarado que su uso no es peligroso y “no existen cantidades
autorizadas ni límites impuestos a este saborizante”. Hay muchas publicaciones
que dudan de su inocuidad y lo responsabilizan de producir una “adicción
indiscriminada” a comidas envasadas y golosinas, de producir un “apetito voraz”
y ser la causa de la “epidemia de obesidad” que afecta a muchos países
industrializados, de producir fatiga crónica, desórdenes de aprendizaje y memoria,
de lesiones en la retina, glaucoma y hasta cáncer. Esto se ha negado en varios
reportes de organizaciones internacionales. En 1995 la FDA sustentó la inocuidad del
GMS en base a un informe de la Federación
Americana de Sociedades de Biología Experimental (FASEB) que
concluyó que el GMS es seguro cuando se consume “en niveles habituales”.
BIBLIOGRAFÍA
http://www.nutritelia.com/glutamato-monosodico-potenciador-del-sabor/
Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ.
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