lunes, 4 de julio de 2011

LA INSULINA Y LA “ORINA DULCE”

La diabetes es una enfermedad tan antigua que sus primeras referencias aparecen en el Papiro de Ebers. En las literaturas hindú y china se resaltan sus síntomas y la atracción de las hormigas por la “orina dulce” de los enfermos. En esa época ya se distinguían sus 2 formas: una se presenta en jóvenes delgados que no sobreviven por mucho tiempo y la otra en personas mayores y obesas, formas que corresponden a los tipos 1 y 2 de nuestros días.

La primera referencia en la literatura médica occidental se debe a Thomas Willis (1621 – 1675). Casi un siglo después, el médico inglés Mathew Dobson (1725 – 1784) señaló la presencia de azúcar en la sangre y orina de los enfermos. En 1889 Oskar Minskowski y Josef von Mering observaron que al extirparle el páncreas a un perro se producían todos los síntomas de una diabetes severa.

En 1893 se descubrió que el metabolismo de los carbohidratos es controlado por una sustancia que llamaron “insulina” por producirse en los “Islotes de Langerhans” del páncreas y se hicieron grandes esfuerzos por aislarla, obteniéndose extractos de páncreas capaces de reducir los síntomas de la diabetes en perros, aunque ellos producían también graves efectos tóxicos.

La insulina fue descubierta en 1921 por Sir Frederick Grant Banting, luego de los experimentos realizados en la cátedra de John J. MacLeod, profesor de fisiología de la U. de Toronto, con el apoyo de Charles Best, un estudiante de Química que se encargó de aislarla. Así obtuvieron un extracto purificado de páncreas y comprobaron que reducía el nivel de azúcar en perros con diabetes experimental. Por estos trabajos MacLeod y Banting recibieron el Premio Nobel de Medicina, 1923. Banting protestó porque MacLeod fuera premiado en lugar de Best y compartió su parte del Nobel con este último.


En 1922 se inyectó insulina a un niño diabético y los resultados fueron espectaculares. En 1923 se empezó a producir insulina a partir de páncreas de buey y cerdo. Se necesitaban 800 a 1000 kg de páncreas para obtener 100 g. de insulina cristalizada. Como la acción de esta insulina es de corta duración y requería frecuentemente de otra administración a media noche, se desarrollaron insulinas de acción prolongada. La insulina no sólo disminuye la glucosa en sangre, también aumenta su transporte al interior de las células, su conversión a glucógeno y su oxidación. En la actualidad, existen diversos preparados de insulina con diferente velocidad de absorción, lo que permite un mejor tratamiento a los pacientes.

La insulina es una hormona de naturaleza proteica, producida por las células “beta” del páncreas. La dilucidación de su estructura es una proeza realizada en 1954 por Frederick Sanger y colaboradores. Ellos establecieron el orden o secuencia (“estructura primaria”) de sus 51 aminoácidos, utilizando el método químico tradicional para estudiar grandes moléculas: fragmentarlas en trozos pequeños que, después de ser identificados, se unen como las piezas de un rompecabezas. Fue la primera vez que se conoció la estructura primaria de una proteína y, por este logro, Sanger ganó el Premio Nobel de Química, 1958.

Luego se estudió la insulina de varias especies animales, encontrándose que la insulina de los vertebrados consta de 2 cadenas peptídicas (“A” y “B” de 21 y 30 aminoácidos respectivamente) y tres puentes disulfuro (−S−S−). Las insulinas de diferentes especies pueden diferir sólo en algunos aminoácidos. Así, las de humanos, vacunos y corderos difieren en los aminoácidos 8, 9 y 10 de la cadena “A”. Como estas diferencias tienen poco efecto en su actividad biológica, la insulina de una especie presenta actividad en otra especie.



La insulina también fue la primera proteína en ser sintetizada. En los años 1963-1965 grupos de científicos de USA, China y Alemania lograron sintetizarla, pero su aplicación a escala industrial era difícil por su alto costo y complejidad (consta de 170 reacciones). En 1980 se logró transformar insulina de porcino en humana, sustituyendo alanina (aminoácido Nº 30 de la cadena “B”) por treonina. El uso de insulina humana carece de los inconvenientes que producen las de origen animal (molestias renales y afecciones oculares). Actualmente se produce insulina humana mediante técnicas de ingeniería genética, constituyendo uno de los mayores logros médicos del siglo XX.

BIBLIOGRAFÍA
1.      Neckers y Doyle.- Química Orgánica.- Tercera edición. México 1985.
 Q. F. Juan José León Cam <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química.- Universidad Nacional Agraria La Molina

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