Las primeras tetraciclinas se aislaron de microorganismos (especialmente
Streptomyces) presentes en suelos de
diferentes partes del mundo. En 1948 el Dr. Benjamin M. Duggar, profesor de
Fisiología Vegetal de la Universidad de Wisconsin, aisló la primera
tetraciclina de una muestra de suelo de la vecindad de los cementerios. La llamó
“clortetraciclina” o “aureomicina” por su color amarillo y porque fue extraída
de Streptomyces aurofaciens. Observó que
era muy diferente a los antibióticos conocidos hasta entonces, principalmente
por su amplio espectro y su relativamente baja toxicidad. Dos años después se
aisló la “oxitetraciclina” o “terramicina” de Streptomyces rimosus y, en 1953, se informó que, por una
modificación química (hidrogenólisis), la clortetraciclina se transforma en un
nuevo antibiótico, la “tetraciclina”, la que después fue encontrada también en
forma natural en Streptomyces
viridifaciens. Luego se sintetizaron demetilclortetraciclina o demeclociclina
(1957), metaciclina (1961), doxiciclina (1966), minociclina (1972) y otras.
Las tetraciclinas son un grupo de antibióticos de amplio espectro, que
actúan contra muchas bacterias grampositivas y gramnegativas. Unas son
naturales y otras son semi-sintéticas. Su estructura deriva de un núcleo tetracíclico
(de cuatro ciclos, el octahidronaftaleno), de donde deriva el nombre del grupo,
diferenciándose por las sustituciones de éste. Se caracterizan por su carácter
anfotérico, ya que forman sales con ácidos y con bases; usualmente se utilizan
como sales (clorhidratos) por su mayor solubilidad en agua. Además, presentan
fluorescencia frente a la luz ultravioleta y tienen la capacidad de formar
complejos (quelatos) con metales como calcio, magnesio y aluminio.
Las tetraciclinas se absorben en el tracto gastrointestinal,
especialmente a nivel del estómago y del intestino delgado superior, alcanzan
su máxima concentración en la sangre entre las tres y seis horas, se
distribuyen por todos los tejidos, especialmente en el tejido óseo y dientes
(formando un quelato de calcio), penetran al interior de las células y atraviesan
la barrera placentaria. La absorción se incrementa en ayunas y disminuye si se
ingieren con leche, productos lácteos, huevos, geles de hidróxido de aluminio o
magnesio (antiácidos), sales de calcio o hierro y bicarbonato de sodio. Se
excretan por la orina, saliva, lágrimas, bilis y leche materna.
A las dosis habituales actúan fundamentalmente como bacteriostáticos
(evitan el desarrollo y proliferación de las bacterias), aunque a dosis
mayores, generalmente tóxicas, son bactericidas (eliminan las bacterias). Su
efecto se debe a que inhiben la síntesis de proteínas en la bacteria, al no
permitir la unión del ácido ribonucleico de transferencia (tRNA) al ribosoma ni
el transporte de aminoácidos. Para ello, es necesario que atraviesen la
membrana exterior de la célula a través de los poros hidrófilos o de la doble
capa de fosfolípidos.
Los efectos secundarios comunes que producen las tetraciclinas son:
diarrea, reacciones de la piel a la luz solar, fiebre, calambres y otros. Rara
vez se produce pérdida de cabello, reacciones alérgicas e irritación del
esófago. Si se usan indiscriminadamente, aparecen cepas de bacterias
resistentes a ellas. No están indicadas en el embarazo porque pueden afectar la
calcificación de los huesos. Su uso prolongado durante el desarrollo dental
(segunda mitad del embarazo, lactancia y niños menores de ocho años) puede
causar decoloración o manchas amarillas o marrones en los dientes. Por estos
efectos adversos y porque actualmente existen antibióticos más efectivos, son
consideradas antibióticos de segunda elección. Sin embargo, son utilizadas
especialmente en infecciones del tracto urinario, gonorrea, clamidia y acné.
Los antibióticos son ampliamente usados en veterinaria, no solo para el
tratamiento y prevención de enfermedades infecciosas, sino también como
promotoras del crecimiento, especialmente en los lugares de cría intensiva de
animales. Los residuos de antibióticos y las bacterias resistentes a ellos, son
un problema para el medio ambiente y un riesgo para la salud. El uso de
antibióticos en la alimentación animal, hace que gran parte de ellos estén presentes
en la orina o el estiércol y van a parar al suelo o a las aguas (subterráneas o
superficiales), constituyendo un contaminante ambiental. El impacto que esto
produce en el medio ambiente es un tema de estudio actual.
BIBLIOGRAFÍA
Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ.
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