domingo, 15 de diciembre de 2013

ALARMA ROJA: LUCHAR O HUIR?

La adrenalina o epinefrina, es una hormona y un neurotransmisor secretado por las glándulas suprarrenales (que están sobre los riñones) cuando hay situaciones de alerta, de peligro y miedo. Sirve para que el organismo se prepare ante situaciones de emergencia. También existe la adrenalina sintética que se utiliza como medicamento (inyectable) para tratar reacciones asmáticas o alérgicas potencialmente mortales. El término adrenalina deriva de las raíces latinas ad- y renes que literalmente significan “junto al riñón”, en referencia a su ubicación anatómica. El término epinefrina tiene un significado similar, deriva de las raíces griegas epi- y nephron que significan “sobre el riñón”.

En 1886 William Bates anunció el descubrimiento de una sustancia producida por las glándulas suprarrenales. El químico japonés Jokichi Takamine la aisló y purificó (en 1901) de las glándulas suprarrenales de ovejas y bueyes. Fue la primera hormona que se pudo cristalizar y el primer broncodilatador eficaz para el asma. Su estructura fue determinada por Jowett y fue sintetizada en 1904, independientemente, por Friedrich Stolz y Henry Drysdale Dakin.

La adrenalina se produce en la médula de las glándulas suprarrenales a partir de los aminoácidos fenilalanina y tirosina a través de una serie de productos intermedios. Es almacenada y, ante situaciones de riesgo, es liberada. Actúa sobre casi todos los tejidos del cuerpo principalmente los músculos, el tejido adiposo y el hígado: relaja la musculatura de las vías respiratorias y aumenta la velocidad de respiración (ingresa más aire a los pulmones), estimula el corazón (latidos con mayor fuerza y rapidez), retarda la digestión y aumenta la glucosa en sangre (más sangre y energía para los músculos), dilata las pupilas (mayor capacidad de observación), contrae los vasos sanguíneos, aumenta la presión, etc. Todos estos efectos preparan al cuerpo para una mejor reacción ante los peligros, dejándolo listo para la lucha o la huida.

El plasma de un adulto en reposo contiene adrenalina en una concentración menor a los 10 ng/L (nanogramos por litro), durante el ejercicio puede subir unas 10 veces y, durante el estrés, llegar a unas 50 veces este valor. Los principales desencadenantes fisiológicos de la liberación de adrenalina son las tensiones tales como las amenazas físicas, las emociones intensas, los ruidos, las luces brillantes y la alta temperatura ambiental. Comienza a liberarse en cuestión de segundos, alcanza su punto más alto al minuto y su efectividad se extiende entre uno y tres minutos, tiene la capacidad de aumentar el metabolismo normal del cuerpo hasta en un 100%.

Su molécula es relativamente pequeña (C9H13NO3), es muy soluble en agua, forma cristales blancos y es sensible a la luz y al aire, se descompone dando productos oscuros. La molécula tiene un átomo de carbono asimétrico o quiral, por lo que existen dos formas (isómeros ópticos) en los que uno es la imagen en el espejo del otro (enantiómeros). El isómero natural y el que posee actividad farmacológica es la forma levógira o R(-)adrenalina. El isómero dextrógiro o S(+)adrenalina carece de actividad farmacológica. Con fines médicos se usa la adrenalina sintética que contiene ambos isómeros en proporción 1:1 (es una mezcla racémica o racemato).
                                                                                        
La adrenalina no se puede administrar por vía oral porque se descompone en el aparato digestivo. Se aplica por vía sub-lingual, o mediante inyecciones sub-cutáneas (debajo de la piel) o mejor aún por vía intramuscular (más profunda que la sub-cutánea) que es de acción más rápida. También pueden usarse otras vías (intravenosa, nebulización, intratraqueal o incluso intracardíaca) pero éstas sólo se aplican dentro de hospitales. Su uso puede ser riesgoso si no se toman las precauciones adecuadas.


La adrenalina se usa para el tratamiento de reacciones alérgicas graves. Las reacciones alérgicas pueden ser de tipo asma, rinitis, conjuntivitis, de piel, inflamación, digestivas o generalizadas como la anafilaxia. La gravedad de ellas varía mucho de un paciente a otro. Cuando la reacción es una amenaza para la vida, el tratamiento de urgencia es la adrenalina. Así, en casos agudos de asma, que casi no permiten la respiración, una inyección de adrenalina dilata los bronquios y reduce la inflamación en forma casi instantánea. También se usa en casos de reacciones alérgicas agudas y graves (como alergias por alimentos, medicamentos, picaduras de insectos, etc.). Sus efectos son muy rápidos, casi instantáneos y de corta duración, por lo que a veces hay que repetir la aplicación cada 15 a 20 minutos.

BIBLIOGRAFÍA

http://www.seicap.es/adrenalina.asp

Q.F. JUAN JOSÉ LEÓN CAM <jjleon@lamolina.edu.pe>
Departamento de Química. Universidad Nacional Agraria La Molina. PERÚ. 

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