Las funciones del pelo en el ser humano son predominantemente las de carácter psicológico y social. Desde la antigüedad, los seres humanos han experimentado con el cabello: los asirios y romanos lo rizaban con fierros calientes, mientras que los egipcios usaban pesadas pelucas negras, habiéndose encontrado vestigios de una planta llamada “henna” (Lawsonia inermis) en el cabello de algunas momias, existiendo la posibilidad de haber sido utilizado como tinte o acondicionador natural. El cabello, entonces, habría tenido más bien una connotación de belleza.
El pelo está formado por queratina, una proteína fibrosa, insoluble en agua, que cumple una función estructural. Las cadenas de queratina están paralelas, como los alambres de un cable y se mantienen unidas por medio de enlaces químicos, que pueden ser: puentes de hidrógeno, salinos y/o enlaces disulfuro. El aminoácido que predomina en la queratina es la cisteína, aminoácido azufrado que propicia la formación de enlaces disulfuro.
Los enlaces puente de hidrógeno y salinos son enlaces débiles por lo que el agua puede romperlos de forma temporal; es por eso que para acomodar una cabellera rebelde o probar un nuevo peinado, tenemos que humedecer el pelo. Con la humedad, estos enlaces se separan y, posteriormente, al eliminar el agua por evaporación, dichos enlaces vuelven a formarse, pero entre secciones diferentes de las fibras del pelo, manteniéndolo tal y como lo deseamos.
Por el contrario, los enlaces entre los átomos de azufre de la cisteína (“enlaces disulfuro”) son fuertes, no se rompen por la sola presencia del agua y su ubicación es lo que determina la forma natural de nuestro cabello. Si los enlaces disulfuro se dan entre cadenas paralelas de queratina, éstas se mantienen alineadas y tendremos un cabello lacio; si los enlaces disulfuro se dan de forma diagonal, las fibras de queratina forman una especie de espiral y el cabello será rizado. La forma en que se enlazan los átomos de azufre en la queratina está determinada por la información contenida en nuestros genes.
El pelo emerge de unos sacos microscópicos o folículos que se encuentran en la dermis o capa interna de la piel. Cada hebra de pelo está formada por dos secciones concéntricas: la cutícula (capa externa), sirve como protección y está formada de células muertas que se sobreponen; el córtex constituye la capa interna y contiene los pigmentos (que dan color al pelo) y la mayor parte de la queratina (que le da forma).
Los tratamientos “permanentes” para rizar o laciar el pelo se basan en la ruptura, reorganización y formación de nuevos enlaces disulfuro. La mayoría de estos tratamientos consisten en una loción rizadora o laciadora y un agente neutralizador. La loción rizadora contiene hidróxido de amonio (que rompe la cutícula para que la solución penetre fácilmente) y tioglicolato de amonio (rompe los enlaces disulfuro separando las cadenas de queratina). El olor característico de las permanentes es una combinación del olor del amoniaco y el olor a huevo podrido de los compuestos de azufre.
Una vez separadas las cadenas de queratina, el pelo está listo para ser modificado: se enrolla en ruleros (para ondularlo), o se cepilla intensamente (para laciarlo). Modificada la forma del cabello, es tiempo de revertir la reacción y formar otra vez los enlaces disulfuro pero ahora en su nueva posición. Primero se retira el tioglicolato de amonio (con agua) y se aplica la solución neutralizadora (peróxido de hidrógeno o agua oxigenada), para volver a formar los enlaces disulfuro entre las cadenas de queratina. Finalmente, el cabello se enjuaga y al secarse se restablecen los enlaces de hidrógeno y los puentes salinos. El pelo vuelve a ser fuerte, pero ahora tiene una apariencia muy diferente gracias a la nueva posición de sus enlaces disulfuro.
Otro aspecto de importancia es el valor de pH. El cabello tiene su resistencia máxima y luce más brillante a un pH entre 4 y 6, pues en estos valores de pH, tanto los puentes de hidrógeno como los enlaces salinos se rompen temporalmente, pero los enlaces disulfuro permanecen, manteniendo la cutícula del pelo ordenada. Esto permite que la luz se refleje de manera uniforme y el pelo luzca brillante.
La grasa secretada por las glándulas sebáceas del cuero cabelludo, además de dar brillo al cabello, cubre su superficie o cutícula, evitando la pérdida de humedad interna. Sin embargo, el exceso de sebo atrae el polvo, lo que origina que el pelo se vea sucio y opaco. El detergente que contiene un buen champú, actúa como agente limpiador y debe retirar el exceso de grasa dejando justo la necesaria para que el cabello no se deshidrate. Cuando el champú es ligeramente alcalino (pH de 8,5), los enlaces de azufre pueden romperse y la superficie externa del cabello se vuelve áspera. Esto impide que la luz se refleje uniformemente y el cabello se ve opaco. El detergente contenido en la mayor parte de los champús deja el pelo ligeramente alcalino por lo que se recomienda el uso de enjuagues y acondicionadores, productos que contienen ácidos débiles que restablecen el pH del pelo a su valor normal, además de aceites que evitan la deshidratación y proporcionan mayor brillo.
Bibliografia
León Cam, Juan José. Introducción a MSc. Cecilia Nieto Aravena <cnieto @ lamolina.ecu.pe>
Departamento de Química. U. Nacional Agraria La Molina.